Quiero un feminismo que sea también para mi madre

Quiero un feminismo que sea también para mi madre

Me considero una feminista negra y le tengo mucho aprecio a esa definición de mi misma.  Pero ponerle nombre vino después. Yo era una feminista negra desde el momento en que descubrí, a través de la experiencia de mi madre, que la violencia doméstica tenía género.

Cuando su pareja pegaba a mi madre, y yo llamaba a la policía, me enfadaba por la reacción que ella tenía. El pavor que sentía hacia los agentes estaba por encima de su integridad física. Prefería aguantar golpes que pedirles ayuda.  Como una inmigrante que no conocía prácticamente el idioma y cuyo agresor tenía el control total de su documentación, para mi madre nunca fue una opción pedir ayuda a la policía.

Después, en mi adolescencia, empecé a entender que  mi madre era una mujer negra atrapada en su propia comprensión del Mundo y los temores (muy fundados) de lo que significaba ser negra y mujer en España: un lugar donde nadie reconoce ser racista, pero donde el racismo está muy presente en todos los ámbitos sociales; un lugar donde la inmigración africana no es aceptada; un lugar tan hostil a su presencia que las agresiones verbales racistas son muy habituales.

Gracias a las lecturas del feminismo negro e interseccional empecé a deconstruirme.  Comencé a descubrir a mi madre como una persona que como todas nosotras, fue construida por fuerzas sociales y culturales que ella no podía controlar. Esas lecturas me enseñaron lo absurdo de separar la sexualidad, clase, raza y género, cuando todas ellas  afectan a la vida de las mujeres negras. Afroféminas fue la parte final de mi deconstrucción, que seguramente empezó con el primer golpe que vi recibir a mi madre.

Para mí fue muy importante descubrir que dentro del feminismo se podía encontrar un sitio donde podrían reconocerse las experiencias de mujeres como mi madre, mujeres que fueron, y continúan siendo, ignoradas por el movimiento feminista dominante.

En los medios, y en el propio movimiento, se ha celebrado mucho la pasada Huelga Feminista del 8 de Marzo, que yo secundé, a pesar de que Afroféminas decidió no hacerlo. Hay un ambiente de éxito y cambio. Pero ese éxito no puede ser total hasta que no reconozcamos las fallas dentro del movimiento feminista. Las mujeres blancas y de clase media son vistas como las que encabezan esta nueva ola y son sus necesidades las que copan las listas de peticiones del movimiento. Esas peticiones, aunque necesarias y justas, no reflejan las necesidades más acuciantes de la mayoría de las mujeres del planeta, y tratándose de España, tampoco las de las mujeres negras, las minorías étnicas y población migrante. El problema no es que estas peticiones existan, sino que se les da un enfoque y una atención que eclipsan el trabajo y objetivos de otras feministas. Hay muchísimas organizaciones y grupos que no aparecen en los titulares o no obtienen suficiente apoyo a pesar del profundo cambio al que están contribuyendo.

Muchas mujeres, en todo el mundo, no viven oprimidas solo por el sexismo. De esa idea nació el concepto de interseccionalidad, la  de que las opresiones se entrecruzan y se complementan entre sí. Esta idea ha tenido un efecto sísmico en el movimiento feminista y las feministas negras han podido señalar los errores del mismo. Sé que muchas no se lo han tomado bien y hemos recibido críticas muy duras. Duele ver como algunos sectores del feminismo han utilizado las mismas expresiones y métodos que utiliza el machismo con ellas para atacarnos a nosotras.

El feminismo negro enseña a las mujeres negras (y a todas las demás) que el racismo y el sexismo que experimentan a diario no son un producto de su imaginación, sino que son reales y estructurales.

Hoy nacen organizaciones de mujeres negras y racializadxs por todo el estado. Es un fenómeno relativamente nuevo.  Lo que buscan estas organizaciones es trabajar para empoderar a las mujeres cuyas vidas se ven afectadas por una serie de desigualdades. Se han comprometido a satisfacer las necesidades de las mujeres negras y de las minorías étnicas.

Cuando mi madre sufría los golpes de su agresor, encerrada en su vergüenza y miedo,  no existía nada parecido. ¿Que habría pasado si hubieran existido y la hubieran podido ayudar? El movimiento feminista no debe repetir los errores del pasado y debe abrirse a todas las realidades que engloban a las mujeres que viven en este país.  Mujeres como mi madre, silenciadas y sin nadie que les oyese gritar. El feminismo debe convertirse en feminismos.

Ayomide Zuri 

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La Plataforma Regional Género y Metodologías es un espacio de comunicación e intercambio cuyo propósito es contribuir a fortalecer los procesos de cambio hacia relaciones de género justas y sostenibles en la región centroamericana. La Plataforma es administrada por el Centro de Estudios y Publicaciones Alforja-Costa Rica.

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