Trump, Bolsonaro, Johnson, Putin, Salvini, masculinidad, machismo, idiotez, violencia, poder y mucha testosterona, son ejemplos de ese modelo de hombre que tenemos que derrotar y cambiar.
Escribo siempre de lo mismo, los hombres. Mis artículos de opinión son monotemáticos y dan vueltas como un bucle. Dicen que solo debemos opinar o al menos hacerlo en profundidad de aquello que conocemos, por eso lo hago sobre el cambio de los hombres.
Sé que con violencia no puede haber igualdad, abomino las agresiones que sufren las mujeres, y estoy convencido de que sin nuestro cambio la violencia no desaparecerá. Es el sistema que nos modela el que mantiene e instrumentaliza un determinado tipo de hombre para que las desigualdades sean como son.
La masculinidad es el conjunto de características físicas, psíquicas y morales que se consideran propias de nosotros, los varones, en oposición a la feminidad que es propia de las mujeres. No nacemos hombres, ya que se trata de un proceso lento a veces imperceptible, muchas veces doloroso y traumático, el que con el tiempo nos va construyendo hasta llegar a serlo que somos, hombres.
Sin embargo, los hombres que siempre hemos entendido que la masculinidad es innata a nuestra condición y que viene con nosotros desde el nacimiento, desde hace algún tiempo oímos mensajes que la ponen en cuestión. Estas voces que también nos piden un cambio, critican nuestra forma de ser, de comportarnos y en definitiva nos reprochan ser hombres.
Esto está provocando que estemos perdidos, confusos, que de un lado creamos saber lo que somos, pero de otro no logremos entender que es lo que de nosotros se espera y el porqué de esas críticas.
Paradójicamente al tiempo que escuchamos estas exigencias de cambio, la sociedad nos sigue valorando con arreglo a ese modelo de hombre que tanto se nos critica, despreciando todo lo que no sea seguir ese patrón.
En las aulas se intenta educar en igualdad y esas nuevas formas de ser hombre, pero en los patios de los institutos y en las plazas de los barrios a los jóvenes los siguen etiquetando conforme a las reglas y códigos machistas de siempre. Como imponer entonces en ese mundo hipermasculinizado, un modelo de hombre que no tiene valor ni prestigio social.
Dicen que es nuestra masculinidad, la manera que tenemos de entendernos y entender, la responsable de la agresividad, de los males del mundo, y de las violencias que sufren las mujeres. Que no es un problema de hombres inadaptados o violentos como pensamos, sino una cuestión estructural que va más allá de lo individual y se asienta en lo que somos, en la posición y en los roles que nos han asignado.
Creo que los hombres tenemos que dejar a un lado las justificaciones y las excusas y entender que cuando se nos habla de masculinidades igualitarias, de nuevos hombres o de hombres igualitarios, no se nos está pidiendo que dejemos de ser hombres, ni que seamos menos masculinos, sino solo que modifiquemos una forma de ser y entender la vida a través de una masculinidad que se ha demostrado poco empática, ineficaz, violenta e insolidaria.
Que aceptemos que las formas agresivas y la violencia con la que funcionamos producen mucho daño y dolor, y que ser un hombre igualitario lo único que nos exige es creer en la igualdad entre mujeres y hombres y trabajar para conseguirla.
En esta alarma de libertades, salud, derechos, emociones, desamor e incertidumbres que vivimos, podemos comprobar la necesidad de ese cambio de los hombres que tanto urge para enderezar nuestras vidas. Hombres grotescos, maleducados, soeces, arrogantes, ineptos, copan el poder y gestionan una de las mayores crisis sanitarias de la humanidad.
Trump, Bolsonaro, Johnson, Putin, Salvini, masculinidad, machismo, idiotez, violencia, poder y mucha testosterona, son ejemplos de ese modelo de hombre que tenemos que derrotar y cambiar.
Fuente original: https://www.elsaltodiario.com/el-blog-de-el-salto/otra-vez-hombres?fbclid=IwAR1fp6OmAIE5sEBpfSeSYsSEjL_uiIxeSXQnCAkqA9zwrzXHY78RTryxtGU.