Autora: Laura Vilche
La antropóloga Rita Segato estuvo en Rosario disertando sobre violencia de género y con Ovación habló también de fútbol y machismo. Para la antropóloga la relación entre hombres "es competitiva y homoafectiva".
¿Por qué publicar la nota de una antropóloga feminista e investigadora de cuestiones relacionadas con la violencia de género en un suplemento deportivo? Porque Rita Segato, la argentina de 65 años que reside entre Brasilia y Tilcara, estuvo en Rosario y habló sobre género, feminicidios, violaciones, racismo y colonialidad, pero en sus disertaciones se escabulleron más de una vez las palabras "masculinidad" y "machismo", y el fútbol fue tan sólo uno de los escenarios en los que puso a jugar ambos conceptos, para criticarlos duramente.
"Vengo viendo y analizando casos de violencia de género entre hombres", dijo Segato antes de apuntar como ejemplo a la salvaje golpiza que en abril pasado terminó con la vida de Emanuel Balbo, el hincha de Belgrano arrojado al vacío en el estadio cordobés Mario Alberto Kempes durante el clásico contra Talleres.
Para esta mujer, lo que está en juego en hechos aberrantes como ese es justamente la masculinidad. "Hay hombres que para gozar del prestigio masculino frente a sus pares son obligados a hacer lo que no tienen ganas y a veces a no hacer lo que tienen ganas: la primera víctima del mandato de masculinidad es el hombre", aseguró.
A esa idea, que sigue analizando, la dijo en más de una oportunidad y a sala llena, de mujeres y varones. La expresó durante la mesa "Género y violencia", organizada por el municipio, y también en la conferencia "El periodismo y el espejo de la reina mala, ¿Cómo pueden contribuir los medios para prevenir la violencia machista", convocada por Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación No Sexista (RedPar). Y finalmente ante Ovación, con el que aclaró que "el mundo" del deporte no va a cambiar porque haya cada vez más mujeres futbolistas, árbitros, técnicas o dirigentes.
"Las propias instituciones tienen género, son patriarcales: el Estado, la Universidad y también el deporte lo son", afirmó antes de invitar a comenzar a "pensar una política en clave femenina". Una tarea que no parece que pueda dejarse fuera de las páginas deportivas de los medios, que para Segato deberían ser "buenos espejos para la reflexión".
¿Por qué toma la brutal paliza de la cancha de Córdoba como violencia de género?
Lo que ocurrió acá también sucedió en una cancha de Lima, Perú. Una estructura regular en dos países diferentes, un síntoma. Esos simpatizantes entendieron que ese hombre era un hincha del enemigo y me hizo pensar en algo que no podía formular hasta ahora y es que la primera víctima del mandato de masculinidad son los hombres. No pueden tener ciertas formas de intimidad y tranquilidad que las mujeres tenemos. Acá está conmigo mi compañero (el músico Tukuta Gordillo), pero no es lo más habitual, es común que ellos cuando trabajamos nos digan "no te espero" o "te espero en la puerta". El hombre no está preparado para ser acompañante y a eso llamo mandato de masculinidad. Son imposiciones a los hombres, que hacen a su protocolo de existencia, lo que les hace evidenciar su potencia, su no sumisión. El hombre tiene un miedo muy arraigado y es el de perder su masculinidad ante otros hombres. Para ser parte, para no quedar fuera de esa hermandad, puede llegar a ser cruel y narcisista. Todo un sacrificio para ser un hombre. Las mujeres debemos saber que el hombre no sufre, por ejemplo, de ser cornudo por la mujer, sino por la cofradía, por la mirada de los otros hombres. Hay que desmontar ese mandato que, entre otras cosas, es mano de obra bélica.
¿Se podrá desde el mundo deportivo en general y el futbolero en particular?
El deporte es guerra y el fútbol es faccionalista, algo fundacional en la Argentina. Desde las guerras por la independencia hubo facciones, la grieta no es de hoy. Y la masculinidad en el jugador de fútbol merece pensarse. Creo que es homoafectiva. No hay nada más importante para un hombre que otro hombre.
Groseramente siempre se dice que entre hombres se miden.
Claro, porque la relación es competitiva pero homoafectiva entre cofrades. Para que un hombre salga de allí debe estar muy seguro de su masculinidad y los varones inteligentes intentan desplazarse hacia afuera de ese mandato por varios caminos. Fíjese que se ha analizado por qué los hombres mueren antes que las mujeres en todos los países del mundo. Y las investigaciones psicológicas y médicas dan cuenta de que es porque sufren pero no pueden reconocer su propio sufrimiento. El mandato les impone sacrificios inmensos. Son obligados a hacer lo que no tienen ganas y a veces a no hacer lo que tienen ganas.
¿Cómo abrir realmente los espacios de las mujeres y que no quede en mera retórica?
El Estado es patriarcal, no importa que esté lleno de mujeres. Hay que hacer un gran trabajo para pensar qué es una política en clave femenina. Es la tarea pendiente para todas las que estamos en este campo. No lo pienso desde un lugar esencialista sino histórico y político: pensar qué perdimos, qué obstruyó el Estado en la modernidad y recuperar la memoria y recomenzar desde allí.