Autora: Ana Cruz Urbina
Un abusador no tiene que ser alguien vestido de negro, con cara deforme, violento o armado. No. No tienen una característica exacta. Puede ser cualquiera; el que le regala caramelos, el que lo defiende de tus regaños, el que te invita a salir, el que llega a tu casa a conversar un rato, tu vecino, una conocida, un maestro, un religioso, un hermano, una vendedora, el amigo, un tío, el primo, el abuelo e, incluso, uno de sus padres. Nadie está exento de ser un posible violador, advierte las organizaciones defensoras de niños, niñas, mujeres y adolescentes víctimas de violencia sexual.
Lorna Norori, socióloga y directora del Movimiento Contra el Abuso Sexual, resalta que aunque los “abusadores sexuales no tienen un perfil específico… puedo decir que su característica fundamental es precisamente tratar de crear diferentes máscaras para proteger lo que ellos están haciendo”.
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La experta en temas de violencia sexual indica que los abusadores, en su mayoría, se buscan “presentar como personas buenas, bondadosas, personas que son socialmente muy adecuadas, personas destacadas, incluso, como personas que colaboran mucho con obras sociales en la comunidad… Es decir, pueden ser personas muy respetadas, pero son solo máscaras”.
En la experiencia de Norori, los abusadores usan máscaras para “ocultar el abuso sexual y, en segundo lugar, para tener más acceso, ganarse más la confianza y tener más acceso a niñas, niños y adolescentes para cometer el abuso”.
Los acercamientos
La experta reseña que en el caso de las niñas asesinadas en Mulukukú, una de ellas encontrada con señales aparentes de violación, son una muestra de como el agresor estaba en la misma casa, se hacía pasar de amigo de la familia para “tener mayor acceso a las menores”.
“Este hombre tenía acceso a las niñas, llegaba permanente a la casa, según el testimonio que dio públicamente la mamá… La madre muy probablemente no se percató y él se estaba ganando la confianza de las niñas, pero algo pasó ese día en el río y realizó ese acto de violencia de otra forma… porque la intención fundamental de un abusador es ir paso a paso, ir posicionándose en la vida de las niñas, pero este, por decirlo de una manera, actuó de forma atípica”, afirma.
Norori resalta que, según las estadísticas del Instituto de Medicina Legal (IML), en el 85% de los casos de abuso o violaciones son personas “conocidas”.
Una investigación realizada por La Lupa, publicada en septiembre, sobre violencia sexual revela que más del 50% de los peritajes realizados por el IML en casos de “violencia sexual”, en 2017 y 2018, se practicaron a niñas y adolescentes.
En 2017, el IML practicó 4867 peritajes por violencia sexual, siendo 3433 practicados a mujeres, niñas y adolescentes, mientras que en 2018, revela el anuario de Medicina Legal, se realizaron 4085 peritajes, de los cuales 2822 fueron a niñas entre 0 y 17 años.
Señales de alerta en el hogar
Ante este panorama, Norori advierte a los familiares de las niñas, niños y adolescentes estar “alerta”, “cuestionarse los acercamientos que hayan con los menores” y “estar claros que las personas que pueden perpetrar el abuso son personas que tienen acceso, un mayor acceso a los niños, niñas y adolescentes”.
Algunas de las señales, referidas por la experta, para identificar una posible situación de abuso son los “cambios tan repentinos en las actitudes”, ya que apunta que, generalmente, los abusadores empiezan a dar “más atenciones” a los menores, los “consienten más” o buscan tenerlos “más cerca” de sus cuerpos y tener con ellos “más secretos”.
“Debemos de tener mucho cuidado en cómo se estructura esa relación entre los adultos de la casa con las niñas y los niños, si hay cambios de un día para otro, si estas personas son muy seductoras, muy cercanas, muy de secretos con las niñas y los niños, adolescentes, con eso tenemos que tener sumo cuidado”, advierte Norori.
Agrega además que todo sentimiento de desconfianza en los padres es válido y es necesario que este sea verificado, cuestionando “qué significa que esta persona se acerque de esa manera a mis hijas o mis hijos”.
La efectividad de la comunicación
Por ello, la experta resalta que es por ello la importancia de la “comunicación efectiva” y “abierta” con los menores, con las mujeres, niños, niñas y adolescentes.
“Generar confianza tiene que ver con que los niños y las niñas sientan que hay comunicación efectiva, es decir, enseñarle cuáles son los límites… porque en la medida que yo les explico claramente también estoy haciendo que se genere confianza con ellas y ellos”, apunta.
Para Norori la mejor forma de prevención del abuso es tener esa “confianza” con los menores, “hablar claramente, sin vergüenza y sin miedo del cuerpo y de la sexualidad”, pero hacerlo desde que están pequeños, no esperar a la adolescencia.
Nicaragua registra anualmente más de 300 niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual
Parte del aprendizaje que todo niño o niña debe ir recibiendo, desde el hogar, recomienda Norori, comienza por aprender las partes de su cuerpo con el nombre correcto; vulva, senos o pene, por ejemplo. Además de enseñarles que “su cuerpo es suyo y que ellos tienen que cuidarlo, que ellos lo protegen, pero también decirle que esto que pasa aquí, cuando alguien la toca en sus partes privadas, es abuso sexual y a los niños no les debe suceder nunca”.
En el marco de esa comunicación, afirma Norori, es importante dejarle claro al niño, a la niña, a las adolescentes, que “si un día siente que alguien le está haciendo o pidiendo hacer situaciones que le incomodan, que no ve normales, que nadie más le pide, que ella o él siempre le va a creer, que la o le va a proteger siempre”.
“Desde muy temprana edad se les debe explicar, para que cuando el abusador quiera hacerle algo a la niña o al niño, ellos se sientan con la seguridad de que pueden ir a hablar con la mamá o el papá de lo que está pasando… Es importante que el niño o la niña tenga la seguridad de que tiene alguien que los va a proteger, que le va a creer lo que está pasando”, culmina.