¿Son los hombres igualmente víctimas del patriarcado (junto con las mujeres) o son sus beneficiarios directos?

¿Son los hombres igualmente víctimas del patriarcado (junto con las mujeres) o son sus beneficiarios directos?

Oswaldo Montoya

Master en Psicología Educativa y del Desarrollo.
Miembro del Secretariado Global de la Alianza MenEngage

En mi opinión, los hombres son las dos cosas. Víctimas y beneficiarios del patriarcado. Pero para algunos con quienes he debatido el tema y para articulistas que he leído me parece que enfatizan lo uno o lo otro. Por un lado, se argumenta que el patriarcado daña por igual a mujeres y hombres, aunque en formas distintas. Por otro lado, el planteamiento es que los hombres sacan las principales ventajas del patriarcado, aunque paguen su precio, y les conviene que se mantenga por los privilegios que les genera.

Un elemento clave en esta discusión son las intersecciones entre la discriminación basada en el género y otros sistemas de opresión basados en la raza, la etnia, la edad, la orientación sexual, la clase social, entre otros. Los hombres y las mujeres experimentan el patriarcado y sus consecuencias según su ubicación en estos otros arreglos sociales. Los privilegios masculinos no los vive igual el hombre empresario adinerado que el vendedor ambulante de agua helada. Para el vendedor muchos de estos privilegios de “ser hombre” son coartados debido a la pobreza en la que vive.

Detengámonos a analizar qué son esos privilegios masculinos y luego revisemos su contraparte: los costos que pagan los hombres en sociedades patriarcales. Valga la advertencia que es atrevido hacer este análisis generalizador sin tomar en cuenta el contexto específico donde hombres y mujeres hacen sus vidas. Incluso un mismo país, el balance de privilegios y costos que experimentan los hombres además de estar determinado por los ordenamientos sociales ya mencionados (clase, raza, etc.) también lo está por otras variables locales y personales especificas.

Los privilegios masculinos son prerrogativas o derechos exclusivos para los hombres; beneficios reservados a los hombres por el simple hecho de ser reconocidos como tales. El más sobresaliente en mi opinión es el derecho de mando. Los hombres en sociedades patriarcales somos colocados en posiciones de liderazgo a todos los niveles: familia, comunidad, instituciones, etc. Entre más patriarcal es una sociedad, más puro se presenta este privilegio. El patriarcado puede otorgar derecho de mando a las mujeres, pero en esferas sociales menos valoradas, como el mundo doméstico o de cuidados.

Gracias fundamentalmente a los movimientos feministas este privilegio masculino ha sido cuestionado y erosionado. Cada vez más mujeres ocupan posiciones de liderazgo en las instituciones nacionales, públicas y privadas, y cada vez observamos relaciones menos desiguales en las parejas heterosexuales y en las dinámicas familiares en donde el poder es compartido. Pero hace falta mucho para llegar a una verdadera paridad entre los géneros y hace falta mucho para que las mujeres pertenecientes a grupos oprimidos, como las indígenas, campesinas, obreras, lleguen a esas posiciones de poder.

Un efecto de los privilegios es que el que los ejerce no tiene conciencia de éstos. Los da por sentado. Por ejemplo, a las mujeres se les recuerda a diario su condición subalterna ante el privilegio masculino del derecho de mando, ya que ellas enfrentan sistemáticamente el cuestionamiento a sus capacidades para asumir tales roles y deben demostrar que sí pueden. Esto sucede sobre todo en espacios laborales dominados por los hombres, como los ejércitos, instituciones científicas, gobiernos, etc. Los hombres en cambio gozan de la confianza automática sobre sus supuestas capacidades como líderes.

Uno de los ejercicios de auto-reflexión más importantes que debemos hacer los hombres es la revisión de nuestros privilegios masculinos, para que dejen de serlos a través la renuncia consciente de éstos. Y si no es posible deshacernos de nuestros privilegios por su naturaleza estructural, podemos usarlos a favor de promover la justicia y equidad para todas y todos. Por ejemplo, puedo aprovechar la facilidad con que me dan la palabra en una reunión y me escuchan para denunciar la discriminación a las mujeres o mejor aun para ceder la palabra a las propias mujeres y hacer notar el favoritismo hacia los hombres.

Aquí una lista incompleta de mis privilegios masculinos:

  • Se me otorga más autoridad que a las mujeres
  • Si lo digo yo, tiene más peso que si lo dice una mujer
  • Cuando hablo me interrumpen menos que a una mujer, y me escuchan más
  • He tenido más libertad de salir a la calle y explorar el mundo
  • No he tenido la presión de dar servicios domésticos a otras personas
  • Al contrario, casi siempre ha habido una mujer dispuesta a servirme
  • No me he tenido que preocupar por un embarazo, asumía que ella se cuidaría
  • Cuando tuve múltiples parejas sexuales, nadie me tildó de "fácil"
  • Me han ofrecido mejor salario, por ser hombre
  • Si me pasaba de tragos, nadie cuestionaba mi moral
  • No pasa nada si descuido un poco mi apariencia personal (afeitado, cuido de barba, cabello)
  • Tuve la opción de optar a grupos exclusivos solo para hombres: el sacerdocio
  • Por mostrar sensibilidad ante la violencia contra las mujeres, y por asumir mi responsabilidad, me consideran un “héroe”
  • Por cumplir mi parte como papá y por estar pendiente del cuido de mis hijos, me alaban

Sin duda, las ventajas de ser hombre en una sociedad patriarcal son incontables. Ahora pasemos a comentar sobre los costos que genera el patriarcado para nosotros los hombres. Desde mi perspectiva, el principal daño que ocasiona el patriarcado a los hombres es la enajenación y el sometimiento a un modelo limitado de ser humano.  El poder patriarcal nos cercena nuestro potencia humano y nos atrapa en el delirio de grandeza, al menos en comparación con las mujeres de nuestro entorno. La famosa masculinidad hegemónica, concepto acuñado por R. Connel[1], es de lo más nocivo para los hombres y para todas las demás personas con quienes los hombres se relacionan. Esta masculinidad hegemónica alude a una lista de mandatos que los hombres deben cumplir para ser aceptados socialmente. Fuerza, valentía, proveeduría económica, heterosexualidad, dominio, estoicismo, son algunos de estos atributos que se vuelven obsesión para los hombres, generan ansiedad cuando se cree que no se están cumpliendo y empujan a comportamientos destructivos como forma de compensar su sentido de carencia.

Cuando era joven sufrí bastante ese sentido de inadecuación con este modelo hegemónico. Nunca me sentía lo suficientemente hombre. Demasiado débil, demasiado lento, poco deportivo, con un escaso historial en cuanto a conquistas sexuales con mujeres, y muchas penurias más. Mi involucramiento activo en las luchas sociales y políticas de mi país en la década de los ochenta me dio un sentido de vida y a la vez me permitió sentirme “hombre”, sobre todo cuando me enlisté en el ejército. El problema es que nunca es suficiente para cumplirle al modelo hegemónico. Hasta que tuve la oportunidad de participar en talleres de reflexión sobre el género y las masculinidades es que logré descansar de esa constante presión a demostrar hombría y darme cuenta de que no tenga nada que probar, sino ser yo mismo.

Michael Kaufman[2] escribió hace varias décadas sobre las experiencias contradictorias de poder que viven los hombres. Me parece una buena síntesis de este drama masculino, poniendo en la balanza por un lado los privilegios y el poder de dominio otorgado a los hombres y por el otro el sufrimiento y la deshumanización que experimentan al ejercerlo y/o al no poder ejercerlo.

 

[1] Connel, R. (1997). La organizacion social de las masculinidad. En: Valdes, Teresa y Jose Olavarria (edc). Masculinidad/es: poder, y crisis. Cap. 2. ISIS-FLACSO: Ediciones de las Mujeres. No 24.

[2] Kaufman, M. (1995). LOS HOMBRES, EL FEMINISMO Y LAS EXPERIENCIAS CONTRADICTORIAS DEL PODER ENTRE LOS HOMBRES. Version en castellano publicada en Luz G. Arango, Magdalena León, Mara Viveros (comp.), Género e identidad. Ensayos sobre lo femenino y lo masculino, Bogotá, Tercer Mundo, 1995

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La Plataforma Regional Género y Metodologías es un espacio de comunicación e intercambio cuyo propósito es contribuir a fortalecer los procesos de cambio hacia relaciones de género justas y sostenibles en la región centroamericana. La Plataforma es administrada por el Centro de Estudios y Publicaciones Alforja-Costa Rica.

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