No hay un único perfil de violador ni de abusador sexual. Cada caso tiene sus propias características. Pero en los diversos crímenes puede haber patrones de conducta que sirvan para diseñar políticas de prevención. Sin embargo, en las instituciones públicas no existe una sistematización rigurosa de las denuncias y de los perfiles de los abusadores. No hay datos. Esta carencia es el gran obstáculo que dificulta tener un mapa claro del problema, entender la magnitud y lograr que exista una prevención de los delitos. Aquí, un intento por saber quiénes son y cómo podría prevenirse la pandemia del abuso sexual.
Hombre, 18 años, sindicado por violación en Mazatenango, Suchitepéquez. No indica el parentesco con la víctima.
Hombre, 30 años, sindicado por violación en Ciudad de Guatemala. Hermano de la víctima.
Hombre, 37 años, sindicado por agresión sexual en San Miguel Chicaj, Baja Verapaz. Padre de la víctima.
Son miles de casos, cada uno con especificidades que no siempre se recogen en los registros de las instituciones. En la mayoría hay una constante, el sexo del agresor. Son hombres. Sí, hay mujeres que también agreden, pero muchas menos.
Lo sabemos por los datos que proporcionan las autoridades encargadas de la seguridad y justicia.
De los 111,958 sindicados por agresiones sexuales y violaciones que el Ministerio Público (MP) registra en sus bases de datos de enero de 2000 a septiembre de 2019, 96,409 son hombres. En porcentajes: El 86.11% de personas sindicadas por delitos sexuales son hombres. El 4.4%, mujeres. Con un porcentaje mayor que el de mujeres hay una tercera categoría, en la que no se registra el sexo del sindicado: 9.5%.
Y ahora, la división por edades. Un aviso: es probable que los datos de la Fiscalía, a pesar de ser bastante completos, tengan errores. Por ejemplo, en la base de datos facilitada a través de la Unidad de Información Pública se indica que varios de los sindicados por violación tienen uno, dos o tres años de edad, algo bastante poco probable. Además, uno de ellos tiene 125 años y otro 126, otras cifras que hacen dudar de la veracidad del dato o sospechar que la base tiene errores dactilográficos.
Según la información del MP, hay dos picos de edades de sindicados por violaciones y agresiones sexuales. Los 18 y los 20 años.
Consultamos a psicólogas y psiquiatras para conocer a qué se puede deber este preciso rango de edad, pero no hay conclusiones definitivas.
Nelly Zunum es psicóloga de Juzgado de Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal. Según ella, esto coincide directamente con las edades de mayor actividad sexual de las personas.
La visión de Zunum es completamente distinta a la de Karen Peña, psiquiatra forense del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif). Peña no encuentra una explicación a los picos de edad y asegura que al Inacif llegan personas de todas las edades a realizarse peritajes psicológicos.
Geraldina Barrientos, psicóloga clínica y forense que trabaja en la organización Mujeres Transformando el Mundo (MTM), al igual que Peña, también asegura que no existe “una edad específica en la que se empiece a ejercer la violencia. Es la misma sociedad la que te empuja esa violencia. Un agresor puede ser de cualquier edad”.
[Escucha el Episodio 8 de Radio Ocote, la primera entrega de tres: “Lo que pasó fue que me violaron cuando tenía 13”]
Aun así, en MTM, donde trabajan sobre todo casos de abusos sexuales a menores de edad, han identificado que la mayoría de victimarios tiene edades más avanzadas.
Si vamos a los registros de sindicados del MP en casos de abusos sexuales contra menores de edad, sí es cierto que algunas dinámicas cambian cuando la víctima tiene menos de 18 años. El porcentaje de hombres sindicados es mucho mayor que el de mujeres: El 95.4% de agresores de niñas, niños y adolescentes son hombres, frente al 4.6% de mujeres. En cambio, los hombres agresores de personas adultas representan al 86.11% del total
Es decir, según los datos, cuando las víctimas son menores de edad, son muchos más los hombres agresores.
Sin embargo, las edades de los sindicados son similares. Como vemos, siguen la misma tendencia:
Barrientos confirma que en la mayoría de casos que conocen en MTM son los padres, los tíos, los vecinos los que abusan de las víctimas. Esto es complicado de corroborar con datos oficiales. El Ministerio Público no recoge la relación de víctimas y victimarios en todos sus registros. En el caso de abusos a menores de edad, en los últimos 19 años se identifican apenas seis casos en los que el agresor era el abuelo de la víctima; cinco casos en los que era el hermano; 19 el padre y siete el tío. En la gran mayoría de casos, bajo la categoría de “Relación” se indica “No registrado”.
Según la Secretaría contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas (SVET), aproximadamente en el 50% de los casos, el agresor es un pariente o familiar cercano con un vínculo afectivo previamente establecido con la víctima. La SVET consiguió la información de un muestreo de 244 casos reportados por la Alerta Alba-Keneth a la secretaría durante 2018.
El Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva (OSAR), sin embargo, maneja otra información, que recolectó de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH). Mirna Montenegro, directora de la organización, señala que, en casos donde la víctima es menor de edad “el 90% de los agresores son familiares cercanos a la niña. Vecinos o que viven y conviven con la niña. De este 90%, un 30% es el padre de la niña”. “Somos un país machista. Son esas relaciones de poder patriarcal, del papá pensar: ‘Es mi hija, su cuerpo, y yo hago con lo mío lo que yo quiero’”.
La mayoría de casos de violaciones y agresiones sexuales se registran, según el MP, en el departamento de Guatemala. Sin embargo, este dato, por sí solo, no nos dice mucho. El departamento de Guatemala también es el más poblado del país, así que para tener una aproximación más real al problema, hay que calcular la tasa —en este caso de sindicados— por cada 100 mil habitantes. Así, descubrimos que el departamento con mayor tasa de sindicados por delitos sexuales es El Progreso, con 1,100 sindicados por cada 100 mil habitantes; seguido por Sacatepéquez y Petén.
Las expertas añaden que en el departamento de Guatemala, es donde están más concentrados los recursos del Estado. Es decir, los datos podrían engañar, pues en los demás departamentos hay aldeas situadas a horas de la cabecera. Esto hace que los índices de denuncia sean mucho menores. “Todos los recursos se concentran más en las áreas urbanas. Hay más información, más servicios. En el área rural hay población que está muy lejos de los recursos. ¿A qué hora vas a llegar a denunciar o a informarte de que tenés derechos?”, se pregunta Karen Peña, del Inacif.
Los perfiles de los agresores
Los datos generales de los sindicados por delitos sexuales no son suficientes para elaborar un patrón o varios patrones de conducta de los agresores. Hay que ir a las personas que conocen de primera mano los casos.
En el Inacif, cuenta la psiquiatra forense Karen Peña, se dedican precisamente a elaborar perfiles de victimarios. Pero solo pueden hacerlo caso por caso, al estudiar detenidamente la conducta y los hechos realizados por estas personas. “Cada persona tiene móviles distintos y una dinámica distinta”, dice.
Sin embargo, añade Peña, las investigaciones realizadas por expertos y la experiencia sí permiten dar unas líneas generales de las características de los agresores.
En primer lugar, explica, está la arista social. “Hay un tejido cultural que fomenta mucho el patriarcado y donde se han naturalizado muchas veces los abusos sexuales considerados como parte de una cultura de relación entre hombres y mujeres”. La misma apreciación tienen otras psicólogas consultadas.
Geraldina Barrientos, de MTM, añade que en la organización han encontrado similitudes entre los agresores, relacionados a la desigualdad de género. “El desequilibrio de derechos entre hombres y mujeres es lo que le da al hombre ese poder de violentar a la mujer”.
En segundo lugar, continúa Peña, “están los perfiles de funcionamiento de personalidades”. “En el Inacif hemos visto casos de violadores seriales en grupo e individuales”, dice.
El grupo tiene una dinámica diferente a la del agresor individual: “La dinámica es reforzar el poder, la identidad de grupo. Quien preside este tipo de ataques son los más sociópatas, son personas psicopáticas”. Peña pone como ejemplo el caso de los violadores de la Roosevelt . “El que dirigía los ataques sexuales era el más pequeño (joven) del grupo. De él se encontró semen en todas las víctimas. Él era el más activo en las violaciones y eso le excitaba, el sadismo. Era identificable que tenía un comportamiento psicopático y que era el que dirigía los ataques”.
Además, está el perfil de los agresores y violadores individuales. “Generalmente son personas inadecuadas, que pueden pasar por gente anodina, con poca notoriedad, pero que han tenido una devaluación social. Son gente fracasada, con poco éxito personal, con deterioro a nivel laboral, y por esa misma falta de adecuación eligen víctimas para poder empoderarse. A esas personas les excita mucho tener el control y humillar a las víctimas”.
Peña pone de ejemplo a Mario Zet, un violador de Mixco que en marzo de este año fue sentenciado a 513 años de prisión. “Él era una persona fracasada. Con muy pobre vínculo afectivo hacia su familia. Había estado en pareja, pero abandonó a sus hijos. Una historia bastante común. Además, empezó a escoger víctimas menores de edad. Entablaba una conversación inocente en el microbús, en la camioneta… así las iba cazando. Después empezó a subir el nivel de la víctima. Se atrevió a atajarlas en el camino, en un bosquecito que había por ahí. Había mucha gente que salía a correr, a caminar, salía de las maquilas. Había un horario, había un perfil de víctimas, siempre cazaba en horas donde no había mucha claridad y solía meterlas al bosque. Después empezaba con insultos para amedrentar a la persona y cuando la persona estaba atemorizada y acorralada, él se excitaba y las violaba”.
Algunos estudios han investigado este tipo de dinámicas. Por ejemplo, en el documento “Sintomatología asociada a agresores sexuales en prisión”, María-Esther Castro, Antonio López-Castedo y Encarnación Sueiro, psicólogas españolas, realizaron una investigación en con 20 internos de un penal. En la misma diferenciaron a delincuentes sexuales de adultos y de menores. Sobre el primero, indicaron que el perfil “obedece al de un varón joven que se encuentra en la etapa de su vida con más actividad sexual y mayor fuerza física para someter a las víctimas”, lo cual coincidiría con los datos del Ministerio Público. “Además —continúa el estudio—, suele estar soltero o divorciado, cuenta con escasos estudios, baja cualificación profesional e inestabilidad laboral. Acostumbra a actuar en solitario, eligiendo a una sola víctima (mujer joven) y pudiendo hacer uso de la violencia para intimidarla”.
“Dentro delincuentes sexuales de adultos se identifican violadores impulsivos y oportunistas que frecuentemente comete la agresión en el transcurso de otro delito como el robo sin elegir a la víctima. En este grupo, a diferencia de los abusadores de menores, se registran más síntomas de hostilidad”, indica el estudio.
Sobre “delincuentes sexuales de menores”, la investigación concluyó que se trata de “un varón de mayor edad que el agresor sexual de adultos cuya edad de comisión del primer delito sexual se sitúa en entorno a los 27 años”. Las edades recogidas en la base de datos del Ministerio Público son menores, aunque hay que recordar que este estudio se realizó en España. “Por lo general, suele estar también soltero o divorciado pero, a diferencia de los agresores sexuales de adultos, poseen mayor formación académica-profesional y estabilidad laboral”, concluye el documento.
En el estudio “Perfil del agresor sexual: estudiando las características psicológicas y sociales de los delincuentes sexuales de nuestras prisiones”, el psicólogo Cándido Sánchez realizó una investigación a 104 agresores de mujeres adultas y 43 pedófilos, también en España. Sánchez concluyó que “los hombres que agreden sexualmente no son diferentes en la mayoría de sus características y rasgos al resto de los hombres. Pueden provenir de todas las esferas profesionales y estratos sociales, y sus características demográficas son reflejo de la población general”.
“La heterogeneidad de los grupos es tan grande y el solapamiento entre ellos es tan extenso que incluso resulta difícil identificarlos mediante evaluación psicológica especializada”, añade Sánchez.
Algunas conclusiones de su estudio, que coinciden con el anterior: los pedófilos obtienen porcentajes más elevados en cualificación y en estabilidad laboral en comparación con los agresores de mujeres adultas. Los agresores de adultas tienen menos relaciones afectivas.
Además, indica el estudio, el 58% de los pedófilos y el 30% de los violadores conocía previamente a sus víctimas.
En la Universidad San Carlos de Guatemala (Usac) no hay ninguna tesis centrada específicamente en perfiles de violaciones o abusadores sexuales en Guatemala, pero sí existen algunas que mencionan, dentro de una investigación más extensa, cuáles son los posibles perfiles de agresores. La tesis “Análisis jurídico del delito de violencia psicológica enmarcado en el artículo 7 del decreto 22-2008” incluye cinco tipos de “hombres agresivos”.
El primero, los narcisistas, que “utilizan la debilidad de la otra persona para engrandecerse. Son personas intolerantes ante las críticas, dominantes, seductores, no empáticas, critican a todos, no admiten reproches, no son responsables de lo negativo y necesitan al otro para controlarle”.
Los antisociales o psicópatas, que “no se adaptan a las normas, son insensibles al dolor, engañan, son impulsivos, viven el momento, carecen de remordimientos y desconfían de las emociones”.
Los obsesivos, que “se definen como perfeccionistas sobre todo en la dimensión profesional, en el plano social son conformistas y respetuosos con las leyes, y en la vertiente personal, les resulta difícil convivir y temen los excesos emocionales”.
Los paranoicos, “son hombres meticulosos, perfeccionistas, dominantes y con escaso contacto emocional”.
Los perversos narcisistas, “caracterizados por ser manipuladores, mentirosos, adaptados socialmente, inmaduros, tranquilos, fríos, egocéntricos, con deseo de poder y con capacidad de control emocional.
Otra tesis, “Análisis jurídico de las causas de impunidad en los delitos de violación sexual”, también menciona brevemente los aspectos psicológicos de agresores sexuales.
El represivo: “autoritario, ansioso y en las crisis de ansiedad dispara actos parafílicos, que suelen ser impulsivos y casi siempre con menores de edad”.
El inseguro: “generalmente le cuesta establecer relaciones sociales y solamente se siente cómodo con aquellas personas a las que considera como inferiores a él en cualidades y destrezas, o que percibe como más débiles. No establece relaciones muy duraderas”.
El persuasivo: “con sus víctimas suele desarrollar una relación cautivadora, pocas veces utiliza la fuerza, sino más bien la sutileza y la manipulación”.
El agresivo: “regularmente tiene una historia de conducta antisocial, arremete contra su víctima y puede causarle daño físico hasta la muerte. Manifiesta conductas contradictorias, pasivo-agresivo, puede pasar de una personalidad cautivadora a una agresión brutal”.
Con dificultades para la comunicación: “son individuos con escasa capacidad de expresar sus necesidades a través de la palabra”.
Con trastornos de la afectividad: “son personas que han carecido de afecto y consecuentemente, no aprendieron a darlo de las maneras socialmente conocidas. Debido a diversas experiencias infantiles negativas, son hombres con una ambivalencia entre la necesidad de llenar vacíos infantiles afectuosos y el placer sexual”.
Con manifestaciones sociopáticas: “son individuos con pérdida de valores, reglas normas normalmente establecidas, indiferencia a los hechos violentos, negación de los mismos, no manejan culpa acerca del dolor causado. Se manifiestan víctimas”
Los mitos
Barrientos, del MTM habla de una idea, de un mito, que muchas personas tienen en la mente. “Se dice que los agresores son enfermos mentales. Eso no siempre es así. No podemos catalogar que un enfermo mental sea el único que puede ser un agresor”, explica.
Peña la secunda y añade otro mito: “La sexualidad no es sólo genitalidad, no es sólo líbido. La sexualidad está muy nutrida de creencias de la educación. Y hay muchas creencias que son casi míticas. El sexo no es una necesidad vital y sí se puede controlar. Todo eso de la carga libidinal es un mito relacionado con los roles de género. Se cree que el hombre es más agresivo, más incontenible, más impulsivo, que está hecho para la cacería”.
Y lo relaciona con la castración química para violadores, una petición que algunos diputados conservadores han hecho. Al Congreso de la República han llegado varias iniciativas de ley que proponen incluirlo en el Código Penal, algo que ya fue considerado inconstitucional por el mismo Legislativo. “Eso no funciona. Solo les lastima el cuerpo. El deseo, que es un constructo imaginario, ahí está. Y no solo es por deseo sexual que ellos acceden a sus víctimas, sino que es todo lo que las envuelve. Es el placer de la dominación, también es como sentirse resarcidos por una carencia histórica. Se la van a cobrar y la proyectan en las víctimas. Encima, si se les castra, son excluidos socialmente, y esto abona al odio”.
Por otra parte, está el perfil de los sociópatas y psicópatas. “Ellos van a cazar por placer, por experimentar cosas distintas —explica la psiquiatra—. Las víctimas van a ser por oportunidad. Ahí está alguien cerca, la ve descuidada y la ataca. El psicópata es alguien sin principios, sin capacidad de empatía, violento, con poca tolerancia a la frustración, calculador, egocentrado en su propia satisfacción personal. Eso le lleva a probar este tipo de aventura. No solo suelen delinquir en terreno sexual, sino que pueden tener un prontuario de ser tramposos, ladrones”. Estos, dice Peña, son un mínimo. “Yo diría que habría que poner más atención a los inadecuados. Porque sociópatas no hay tantos. Pero inadecuados sí”.
Y por último, los pedófilos. “Son personas inmaduras, inadecuadas, que se sienten descalificadas con sus iguales. Prefieren trabajar con gente más pequeña porque no van a ser señalados y van a ser más fáciles de señalar”, concluye Peña. “Este es el tipo de pedófilos, yo diría, más numeroso. Pero también están los pedófilos informados, que justifican el amor a los niños. Es mucho más complicado y malicioso porque manipulan el sistema, tienen sus redes y así capturan a los niños, a través de redes sociales o en lugares como las escuelas”.
Barrientos, de MTM, añade que “si analizas cómo ha sido violentada una niña de 10 años durante cinco años de todo el modus operandi del agresor que es un pedófilo ellos tiene mucho cuidado a las horas de cometer las agresiones y violaciones. Una persona que violenta una niña o un niño durante un tiempo largo es un pedófilo me atrevería a decir”.
“Lo que se busca un pedófilo es que haya indefensión”, dice Nelly Zunum, del Juzgado de Menores en Conflicto con la Ley Penal. “Cuando una víctima se puede defender, ellos no esperan que reaccione y se suelen retirar. Pero una niña o un niño no se pueden defender”.
Al final, algo que tiene mucho que ver con las agresiones, concluyen las expertas, es la educación. Mariela Barrios, psicóloga y compañera de Nelly Zunum en el Juzgado de Menores en Conflicto con la Ley Penal, explica que “los adolescentes cada vez comienzan antes sus relaciones sexuales. A los 12 o 13 años. Y no tienen una educación sexual que les permita entender. Ven pornografía, y por lo que han visto, lo que le han contado ahí van”.
Aunque la educación sexual está recogida en la Ley de Acceso Universal y Equitativo de Servicios de Planificación Familiar y su Integración en el Programa Nacional de Salud Reproductiva, en los últimos años varios diputados han planteado iniciativas de ley para evitar que se imparta, como la 5272, que busca aprobar la Ley de Protección de la Vida y la Familia.
En 2008 se planteó la iniciativa 3896, la Ley de Juventud, que se discutió en primer debate en el Congreso ocho años después, en 2016. La iniciativa planteaba como una obligación del Estado garantizar la Educación Integral en Sexualidad. Este punto recibió la oposición de varios diputados y de organizaciones que llegaron a protestar al Legislativo. Finalmente no fue aprobada.
Según los organismos encargados de monitorear las violencias, agresiones y abusos, la educación sexual puede ayudar a prevenir la violencia en contra las mujeres. La Unesco, ONU Mujeres y el Fondo de Población de Naciones Unidas presentaron en 2018 una edición revisada de las “Orientaciones técnicas internacionales sobre educación en sexualidad”. En el documento, explican cómo la educación sexual enseña a niñas, niños y adolescentes a relacionarse entre ellos, qué significa el consentimiento, la privacidad, la comunicación, el rechazo… Todo esto contribuye a que las agresiones y violaciones disminuyan.
Las psicólogas y psiquiatras creen que puede existir una rehabilitación de muchas de las personas, precisamente, a partir de la educación. Pero conocen de primera mano las limitantes del sistema. “El Sistema Penitenciario no tiene un programa de rehabilitación y un psicópata, por ejemplo, es difícil rehabilitarlo”, expone Peña, del Inacif. Según esta investigación de Plaza Pública, en el Sistema Penitenciario hay 18 psicólogos para atender a 22 mil internos.
“Es bien difícil —concluye Peña—. Algunos agresores son producto de un maltrato similar. Algunos. Otros, son parte de la mala educación. Por eso es importante que haya educación sexual, que no se reduce solo al acto sexual, si no a la identidad, a los roles de género, la responsabilidad…”.
“No es nada más que reciban un taller”, dice Barrientos. “Con un Sistema Penitenciario que brindara una atención, un acompañamiento, que llevara proceso de reinserción a través de la educación, podría ser posible. Tiene que ser un acompañamiento psicológico constante”.
La ausencia de datos sistematizados sobre casos de violencia y abusos sexuales es el gran obstáculo que dificulta tener un mapa claro del problema, entender la magnitud y lograr que exista una prevención de los delitos. Carlos Mendoza, analista de temas de seguridad de la plataforma Diálogos, asegura que esta carencia de información también se da en otros delitos, como la violencia homicida, en la que Diálogos se ha enfocado. “Casi no hay datos sobre los victimarios, por ejemplo, sobre la relación entre víctima y agresor, y este dato es muy importante”, explica.
En Diálogos, añade Mendoza, realizaron una nota metodológica en la que analizaron un documento llamado Protocolo de Bogotá, y su aplicación sobre la calidad de los datos de homicidio en América Latina y el Caribe. Este protocolo fue creado en 2015 con el fin de mejorar la calidad de los datos de violencia homicida. La nota metodológica indica que los datos oficiales de los agresores deberían incluir su sexo, su fecha de nacimiento, su nacionalidad, la relación con la víctima y su profesión u oficio, algo que casi nunca se registra en las estadísticas.
“Desde el punto de vista sociológico, para entender el fenómeno es necesario conocer a víctimas y victimarios”, concluye el analista.
En Agencia Ocote tratamos de gestionar una entrevista en el Ministerio Público para saber si se está llevando a cabo algún trabajo de política criminal con el fin de mejorar la calidad de los datos sobre agresores sexuales y violadores. Desde la unidad de comunicación de la Fiscalía dijeron que tratarían de concretar una cita con Julio Cordón, secretario de Política Criminal. Sin embargo, a la fecha de cierre, la entrevista no fue dada.
Fuente original: https://www.agenciaocote.com/blog/2019/11/11/como-son-y-por-que-violan/?fbclid=IwAR0S4PDhrj-fq3EDtl9pUPrqvsjn82AtV7Wmte5insVYD_0QLru5sikP-dI