Oswaldo Montoya
Agosto 9, 2019
Indiferencia, oposición y responsabilidad fueron las tres posturas masculinas ante la violencia contra las mujeres y las niñas que analicé en un articulo previo. Prometí escribir sobre la responsabilidad, considerando que eso es lo que necesitamos: más hombres conscientes del flagelo que implica esta forma de violencia y dispuestos a contribuir con su erradicación.
Antes de escribir sobre factores que influyen en asumir responsabilidad en la lucha contra la violencia a las mujeres, es importante aclarar qué entendemos por esa aceptación de responsabilidad por parte de los hombres. Primero, consiste en reconocer cuando hemos ejercido violencia, comprometerse a no repetirla—ni física, ni emocional, ni sexual, ni económica o de cualquier otra índole, así como de relacionarse con las mujeres en un plano de igualdad y proponer formas de reparar el daño. Desde esta base, la responsabilidad se extiende hacia otros hombres conocidos, es decir, el compromiso de no tolerar ni ser cómplice de actos de violencia ejercido por parientes, amigos, colegas, vecinos, o de discriminación contra mujeres. Desde este segundo nivel de compromiso, llegamos al comunitario, donde los que asumen responsabilidad en esta lucha piensan en su barrio, ciudad, país, y se unen como activistas o apoyan acciones de denuncia e incidencia política para mejorar la respuesta del Estado y de otras instituciones ante la violencia contra las mujeres y las niñas.
Hay mucho más que abordar sobre la responsabilidad y el compromiso de los hombres en esta lucha, pero al menos ya tenemos una idea de lo que buscamos promover, y por tanto, ya podemos explorar algunos factores que han ayudado a muchos hombres a moverse en esta dirección[1].
Cuando los hombres ya tienen una sólida formación ética, en principios humanistas, de justicia social o en principios religiosos/espirituales resulta lógico, casi que “natural”, su receptividad al llamado a detener la violencia contra las mujeres y niñas. Este es un factor que funciona para muchos hombres, pero no para todos. Lamentablemente, conocemos de hombres imbuidos en organizaciones religiosas o políticas, con un discurso moralista o una mentalidad rígida que no les ayuda a reconocer la discriminación y violencia contra las mujeres.
Estos valores y principios necesitan verse encarnados en personas concretas con quienes los hombres se relacionan. En especial para los niños y hombres jóvenes resulta poderosa la influencia de personas cuyo estilo de vida incluye una relación respetuosa e igualitaria con las mujeres. En diferentes estudios cualitativos con hombres considerados no violentos y con hombres profeministas, ellos mencionan a padres, tíos, abuelos, maestros y lideres de iglesias. Otros mencionan a mujeres feministas, sean sus madres, maestras, jefas, parejas, etc. (independiente si se identifican o no con ese título) que sirvieron de mentoras. Relacionarse con este tipo de personas permite a los hombres ver en “tiempo real”, e incluso sentir la no violencia y la igualdad, lo cual facilita ponerlo en practica. A su vez, estas personas refuerzan el comportamiento pro-igualdad de los hombres y cuestionan sus comportamientos machistas. Por ejemplo, si los ven compartiendo el trabajo doméstico con sus parejas, o priorizando un llamado de su pareja antes que una invitación de sus amigos, les reconocerán positivamente por esas decisiones. En cambio, si amigos machistas son testigos de esas conductas posiblemente se burlarían.
Aproximarse a la violencia contra las mujeres como testigo directo de estos hechos o como escucha de los testimonios de mujeres que la han vivido es otro factor sensibilizador. ¿Cuántos hombres existen que asumen un claro compromiso de no violencia cuya sensibilidad se comenzó a gestar al presenciar el sufrimiento de sus madres, tías, hermanas, producto del maltrato recibido por hombres? Al igual que cuando mencionaba el factor de la formación ética o moral, este mismo factor de ser testigo de violencia, lamentablemente, no garantiza que los hombres se comprometan con la igualdad y la no violencia. De hecho, numerosos estudios identifican esta experiencia de vida como un factor de riesgo para ejercerla. Otro factor en la historia personal que puede sensibilizar hacia la igualdad y la no violencia (o perpetuarla) es cuando los hombres en su niñez son victimas de violencia o abuso, o cuando deben enfrentar la discriminación por pertenecer a grupos discriminados debido a su raza, etnia, orientación sexual o clase social.
La experiencia de convertirse en papá puede ayudar también a los hombres a reconocer la importancia de una vida libre de violencia y discriminación. A través de sus hijas e hijos, se percatan finalmente de lo nocivo que resulta el machismo, tanto para las niñas como para los niños, y se motivan a aprender cómo educarlos de formas distintas y cómo “dar el ejemplo.” Algunas pensadoras, como Jude Kelly, argumenta que para los hombres la experiencia de tener hijas puede sensibilizarlos con mucha efectividad, porque desde el amor a sus hijas logran la empatía sobre la discriminación que enfrentan las mujeres que antes no lograban reconocer.
El contexto social, comunitario e institucional en que viven los hombres juega un papel clave, sea como factor que facilita el compromiso ante la violencia contra las mujeres o que lo dificulta. Pensemos en la influencia de organizaciones que diseminan mensajes a favor de los derechos humanos, o en colectivos feministas que tienen presencia en los lugares donde los hombres viven, estudian o trabajan. Pensemos en políticas públicas aplicadas a nivel local que promueven la igualdad entre hombres y mujeres, sea en centros de salud, escuelas, en centros laborales, etc. Todas estas influencias van creando una nueva cultura que impacta positivamente en muchos hombres (pese a que otros se resistan). En contextos así, muchos hombres encuentran las oportunidades para ser parte de esta lucha, pues son invitados a educarse, a revisar su comportamiento personal y a convertirse en activistas al lado de otros hombres y mujeres comprometidos con el feminismo y la no violencia. Claramente, no existen contextos sociales cien porcientos feministas o progresistas, pues en el mismo barrio o ciudad existen grupos e iniciativas abogando por el orden patriarcal. Lo importante es que exista la alternativa al patriarcado y que cada vez más hombres pueden exponerse a estas opciones.
Ciertamente, hay otros factores que han contribuido a que los hombres nos sensibilicemos, elevemos nuestra conciencia y asumamos un compromiso con esta lucha por el derecho de las mujeres y niñas a una vida libre de violencia y discriminación. Invito a las lectoras y lectores a comentar sobre otros factores que debemos promover para apoyar la transformación de los hombres, en especial los niños, adolescentes y jóvenes, así como analizar críticamente los mencionados en este articulo.
[1] Varias investigaciones me sirvieron de referencia para este articulo: Solórzano, I., Reyes, R., Mendoza, D., Hernández, S., Rocha, O. y Vlahovicova, K. (2018). Masculinidades y violencias en Nicaragua. Managua: Puntos de Encuentro; Montoya, O (1998). Nadando contra Corriente: Buscando pistas para prevenir la violencia masculina en las relaciones de pareja. Managua: Puntos de Encuentro; y el libro de Michael Flood (2019) “Engaging Men and Boys in Violence Prevention”. Brisbane, QLD, Australia. Queensland University of Technology.