No obedeceremos

La RAE volvió a expedirse sobre el lenguaje inclusivo, esta vez, diciendo que no corresponde decir "todos y todas" por ser artificioso y contrario a la economía del lenguaje.

"Si la primera regla gramatical de la RAE es el orden alfabético para ordenar las palabras, entonces ¿por qué en todo los sustantivos y adjetivos se encuentra la acepción masculina primero? Abogado (a), bello (a) y así en todos los casos".

Cuando miramos para atrás y vemos lo que han vivido nuestras abuelas, es difícil no enojarse o afligirse. Ellas no tuvieron la patria potestad de sus propias/os hijas/os, no pudieron elegir en donde vivir, divorciarse de una persona violenta o tóxica, trabajar y ganar un sueldo digno. Todo esto era establecido por ley, estaba escrito en palabras. Fue ayer, y hoy nos cuesta entender esa injusticia y cómo fue que soportaron tanta arbitrariedad sin rebelarse masivamente y exigir lo contrario.

-Esas cosas no se decían, no podíamos hablarlas- dice mi abuela cuando le pregunto.

-No existía en nuestro imaginario, no había internet y esas cosas para ver lo que hacían otras, estábamos en la casa-argumenta para justificar lo que le hicieron.

Nuestras abuelas no podían ni imaginar esta libertad, porque el mundo que vivimos hoy las mujeres todavía no había sido nombrado. Muchas de nosotras lo tenemos claro: el lenguaje, lo que decimos y nombramos es un dispositivo de poder. Lo que podemos verbalizar es lo que vemos, la potencialidad de todo mundo posible.

Y si esto no es así, por qué la RAE sigue empecinada y caprichosa oponiéndose a que las mujeres seamos nombradas. Incluso aquellas personas a las que le da igual el tema o les molesta el uso del lenguaje inclusivo ¿no les llama la atención que la RAE, habiendo tantos temas sobre los que discutir, este tan atenta a esto de si todos y todas o no?

Es interesante también observar cómo esta institución tan preocupada por la economía del lenguaje y por su uso no artificioso, es la misma que ha incorporado palabras como: dotor, vagamundo, papichulo, almóndiga, toballa, abracadabrante, papahuevos y amigovio, entre otras. Todas ellas incluidas en nuestro hermoso lenguaje argumentando su uso frecuente.

Inmediatamente una se pregunta ¿Acaso no es frecuente que en el 2020 nombremos a las mujeres? ¿Por qué la RAE quiere ahorrar o economizar precisamente con nosotras?

Indiferente a toda realidad la RAE vuelve a decirnos que para ellos la palabra Hombre nos abarca, y que agregar Mujer (o el femenino de una palabra cuando correspondiera) es artificioso y repetitivo. Que ya existe el masculino genérico para nombrarnos. Además, esperando nuestra reacción ante tal acto de injusticia, el director de la RAE Darío Villanueva "nos explica" que "no hay que confundir las reglas gramaticales con el machismo".

Es decir, que tenemos que tener claro que no es él o ellos o la RAE quien quiere invisibilizarnos y negarnos la existencia, sino que son las reglas las que lo hacen solas.

Es curioso que Villanueva no se diera cuenta de que sin perjuicio de que somos mujeres, pudiéramos hacernos la siguientes preguntas: ¿quién pone o crea esas reglas gramaticales? ¿de dónde salen? ¿serán de origen divino?

Evidentemente no lo son. Las reglas las pone la RAE. ¿y quién es la RAE?

La Rae es una institución creada y administrada por varones, que ante nuestra oportuna solicitud, negó expresamente nuestra participación con un argumento muy contundente: "Las señoras no pueden ser parte de esta institución". Una organización que recién en 1978, a 267 años de su creación incorporó la primera mujer, y que de sus casi 500 miembros, sólo 11 han sido mujeres.

La RAE, una institución que se define a sí misma como la encargada de unificar la lengua en constante evolución, y que hoy en 2020 define al sexo débil como "el conjunto de las mujeres". Que ante las solicitudes constantes de que quite esta definición, se ha negado, concediendo agregar a la definición el apartado "con intención despectiva o discriminatoria" ¿Serán las reglas gramaticales las que lo imponen?

Finalmente, hay que decir que la Real Academia no sólo pone las reglas, sino que también es quien las rompe cuando le parece. Véase un ejemplo: si la primera regla gramatical de la RAE es el orden alfabético para ordenar las palabras, entonces ¿por qué en todo los sustantivos y adjetivos se encuentra la acepción masculina primero? Abogado (a), bello (a) y así en todos los casos.

Será que las reglas gramaticales pueden no aplicarse en el caso de que queramos nombrar primero una cosa o persona para priorizarla o jerarquizarla. Después de todo, quizás las reglas no sean tan importantes cuando tenemos otras intenciones.

No obedeceremos. No reconoceremos la autoridad de una institución que nos niega constantemente, que nos define de manera ofensiva y humillante, y que no reconoce la evolución social y cultural que debe necesariamente estar reflejada en nuestro lenguaje.

No reconoceremos la autoridad de quien insiste en negar una realidad y una igualdad que ya existe y que demanda ser nombrada a gritos. Como toda autoridad que se aleja de quienes la legitiman con arbitrariedades e injusticias, la Rae no será reconocida. Hoy las Universidades más importantes del mundo sí reconocen esta evolución y la promueven como símbolo de la igualdad y libertad, en tanto la Rae se empecina en sostener el pasado, lo oxidado, las jerarquías, ese mundo que ya ha desaparecido.

Como el zar de Rusia o el rey de Francia, la RAE pretende imponer su autoridad sobre un mundo que ya no existe, y esta nueva realidad, esta revolución, no puede ver en sus dictámenes arbitrarios legitimidad alguna.

Autor: Emiliana Lilloy

Fuente original: https://www.memo.com.ar/.

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