Por: Roxana Volio Monge
Antropóloga Social y Sexóloga
Modelos de relación y vínculos de pareja[1]
El vínculo por excelencia en el que se concretan los mandatos patriarcales de género es el vínculo de pareja. No importa si ésta es heterosexual, homosexual o de cualquier otra índole. Lo cierto es que todas las personas bebemos de la misma tradición cultural y aprendemos a comportarnos a partir de los mandatos, los roles y los valores que se nos trasmiten a través de las instituciones sociales. Esos roles, valores y mandatos culturales asignados al sexo con el que se nace, condicionan la manera en que nos relacionamos en pareja. En general, el sistema patriarcal nos prepara a los hombres y a las mujeres para establecer –y considerar normales- las relaciones jerárquicas, de poder y de dominio –por parte de los hombres- y sumisión –por parte de las mujeres-. Obviamente, pueden darse matices o, incluso, puede ser que sea la mujer la que domine en una relación y el hombre cumpla un papel subordinado, pero estos casos son excepcionales, no constituyen la norma. La norma, por el contrario, es un modelo en que las mujeres, casi siempre sin vida propia, sin un espacio personal propio, están supeditadas a la vida, a los intereses y a los deseos de los hombres. Este modelo de relación no favorece la igualdad, por el contrario, favorece las jerarquías y puede ser fuente de maltrato y violencia, pero es el que prevalece socialmente. Para construir vínculos saludables, de igualdad, vínculos en que ambos miembros de la pareja crezcan y se realicen como personas, es preciso construir otro modelo de relación. Este artículo intenta proporcionar algunas claves para ello[2].
Modelos patriarcales de pareja
El sistema patriarcal nos propone, básicamente, dos modelos de pareja. El primero de ellos, que podríamos llamar de “fusión utópica” es el modelo para la etapa del enamoramiento. Por un período de tiempo, ambos miembros de la pareja se convierten en una unidad, piensan, sienten y viven las mismas emociones, los mismos sentimientos, los mismos deseos. No hay espacio personal más allá del otro. Esa forma de pareja dura un tiempo, pero no puede prolongarse eternamente porque cada miembro de la pareja sentirá la necesidad de volver a su propio espacio personal, en otros términos, de recuperar su individualidad y su vida en la que, claro está, seguirá presente la pareja, pero no será lo único. Es un modelo de fusión total que es utópico porque no puede durar todo el tiempo sin que alguno de los miembros de la pareja -o los dos- sientan que se asfixian y que han perdido su porción de vida propia. Una pareja con un vínculo sano, comienza un período de separación –que no de ruptura- necesario para recuperar su espacio personal y, desde allí, ver con distancia al otro. Podrá ver, entonces, aquello que le gusta de la otra persona, pero también, todo aquello que no le gusta y, a partir de allí, decidir si continúan o si lo dejan allí. Hay ruptura, en este modelo de relación, cuando uno de los miembros de la pareja no acepta ese período de separación, de distancia necesaria, de ese reclamo de tiempo y espacio para sí. Sin que se pueda generalizar, pero muchas de las relaciones de pareja en que ocurren episodios de maltrato, violencia e, incluso, de feminicidio, responden a este modelo de relación: uno de los miembros de la pareja, generalmente el hombre, no acepta que la forma fusional de la relación cambie y entonces agreden a su pareja, a veces hasta causarle la muerte.
El otro modelo es el de “inclusión”. Es el modelo en el que un miembro de la pareja, generalmente una mujer, está incluida en el espacio personal de la otra persona, generalmente, un hombre. Las mujeres carecen de un espacio personal propio, de una vida propia al margen de la vida y del espacio personal del hombre. Él es el cabeza de familia, el que trabaja fuera de casa, el que toma las decisiones, sobre todo, las económicas y el que lleva a su pareja al espacio de sus relaciones sociales, entre muchas otras cosas. Ella es la que trabaja en casa, aunque trabaje fuera de la casa, la que se ocupa de las decisiones domésticas, la que está pendiente de la vida y las necesidades de su marido y de sus hijos e hijas, la que está disponible para el placer del marido, aunque ella no quiera, entre otras muchas cosas. Es el modelo conocido e instaurado mayoritariamente en la sociedad occidental, un modelo de relación normalizado y para el que las instituciones de la sociedad patriarcal (la familia y los sistemas educativos y religiosos), nos preparan a lo largo de nuestra infancia, niñez y adolescencia. En este modelo, las mujeres cambian sumisión por protección o, al menos, esta es la fantasía que subyace al modelo. Éste entra en crisis cuando una de las dos personas, generalmente la mujer, reclama para sí mayor espacio personal, reclama más vida propia fuera del ámbito de la vida de la pareja. Si la otra persona es capaz de atravesar la crisis y el miedo que supone que su pareja tenga vida propia, conseguirán continuar, de lo contrario, la relación se romperá, no sin consecuencias para las mujeres, sobre todo, en forma de sanciones sociales y económicas por parte de su pareja e, incluso, también de violencia.
Otro modelo de relación es posible
Existe, sin embargo, otro modelo de relación posible, el de la “interdependencia mutua”. Es un modelo que debe ser construido porque, así como para los dos anteriores tenemos modelos, referencias o arquetipos, en cambio no para este. Construirlo será tarea de todos los días entre ambos miembros de la pareja. Es un modelo basado en el respeto, en el reconocimiento de la otra persona, en la valoración de sus cualidades personales, en el amor, en la confianza y en la libertad. Estas dos últimas condiciones –confianza y libertad- son fundamentales para dar forma y sentido al amor con realidad. Puesto que no tenemos referentes, puede que al intentar construir un modelo alternativo, respetuoso y democrático de pareja sintamos mucho miedo. Miedo de perder a la persona que amamos y miedo de no poder llevar la relación a buen puerto. Muchas cosas juegan en contra: la sociedad misma y sus discursos que refuerzan los modelos patriarcales tradicionales–permitidos y aceptados- de pareja. La familia, que no entiende por qué queremos hacerlo diferente, sobre todo, no entienden por qué las mujeres reclamamos un espacio propio, respeto, igualdad y libertad. Construir este modelo de relación nos exige un trabajo personal cotidiano: hemos de aprender, cada miembro de la pareja, a hacernos cargo de nuestras vidas, de nuestros miedos e inseguridades. Desde allí, intentaremos construir un modelo de relación sano y placentero, basado en el respeto y el buentrato y en el que la negociación adquiere gran importancia. Para negociar con la otra persona, antes tenemos que negociar con nosotras y nosotros mismos lo que estamos dispuestas/os a negociar y lo que no.
Claves metodológicas para promover vínculos saludables y de igualdad
La más importante de las claves tiene que ver con facilitar espacios para el autoconocimiento, para la autoescucha y para la elaboración de duelos. Sí, porque cambiarnos de lugar, movernos de una relación tradicional y patriarcal de pareja a una relación basada en la igualdad, el respeto, la confianza y la libertad, exige despedirnos de quienes éramos y de la seguridad que eso nos proporcionaba, para transitar en terrenos de arenas movedizas que generan miedo e inseguridad. Facilitar talleres de autoconocimiento, y talleres en los que revisemos los vínculos y elaboremos duelos, son herramientas metodológicas sumamente útiles para ir transformándonos y transformando nuestros vínculos con el buentrato como eje central de nuestra relación.
Tan importante como la elaboración de duelos es aprender a amarnos, a respetarnos, a valorarnos y a reconocernos, en primer lugar, cada miembro de la pareja a sí misma y luego, una persona a la otra. El autoconocimiento y la autoescucha son el comienzo de ese proceso sanador que resulta de experimentar el verdadero amor, que no es el amor romántico sino el amor con realidad.
[1] Artículo basado en el libro de Fina Sanz: Los vínculos amorosos. Amar desde la identidad en Terapia de Reencuentro. Editorial Kairos, 6ª Edición, Barcelona, 2021
[2] A lo largo del artículo nos referiremos a parejas heterosexuales por ser las más comunes, pero, con escasos matices, todo lo que aquí se escribe bien vale para relaciones entre personas del mismo sexo.