Autora: Abril Palomino
Hay una larga lista de científicas que han sido borradas de los libros de historia
Las primeras alquimistas, sanadoras, médicos y científicas en la historia occidental, fueron consideradas brujas. Estas mujeres que desarrollaron su conocimiento a base de estudios empíricos, a través de enseñanzas ancestrales fueron juzgadas como criminales, señalando que el único conocimiento válido era el que se encontraba en los libros, libros escritos por hombres.
La historia de la ciencia se podría resumir en una larga línea del tiempo de sucesos y descubrimientos protagonizado por hombres, con algunas excepciones de mujeres, merecedoras de sus honores, pero aparentemente anómala. Sin embargo, basta con documentarse a profundidad para conocer la otra historia de la ciencia, en la cual las mujeres siempre han estado presentes.
El efecto Matilda
En 1993, la historiadora de ciencia de la Universidad de Cornell Margaret Rossiter denominó la negación del reconocimiento a las científicas como el "efecto Matilda", por la sufragista y abolicionista Matilda Joslyn Gage. El efecto Matilda significa que muchas grandes mujeres han visto sus logros atribuidos injustamente a los hombres. El mecanismo es perverso, ya que convierte su propio sesgo en una realidad.
Matilda Gage fue una sufragista y abolicionista femenina del siglo XIX. En su ensayo de 1870 Woman as Inventor, arremetió contra la tendencia de los hombres a robar a las mujeres sus inventos tecnológicos. Según Rossiter, incluso sus aportaciones más decisivas han sido atribuidas a sus colegas masculinos, o incluso a sus maridos, relegando así su propio trabajo al rango de meras notas al pie. Por tanto, la importancia objetiva de las mujeres tiene poco que ver con su visibilidad pública.
Muy pocas mujeres escapan a esta regla, como lo hizo Marie Curie al ganar el Premio Nobel de Física junto a su esposo en 1903, antes de ganar el mismo premio en química ocho años después.
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Un ejemplo famoso del efecto Matilda es el papel que a menudo se pasa por alto en el descubrimiento de la estructura del ADN de Rosalind Franklin, el cual es atribuido a sus colegas masculinos Watson y Crick. Otro ejemplo es el de Lise Meitner, quien no recibió el Nobel de 1944 Premio de química junto con su colega masculino por su trabajo fundamental en la fisión nuclear. O el de Marthe Gautier, quien descubrió la fuente cromosómica del síndrome de Down, pero durante muchos años se le otorgó el mérito exclusivo a un compañero suyo. Estos ejemplos destacados son solo la punta del iceberg cuando se trata de mujeres que hicieron contribuciones significativas a la historia científica y fueron recompensadas al ser eliminadas y negándoles premios y reconocimientos en su vida.
Hay estudios contemporáneos que muestran que el efecto Matilda sigue vivo aunque por lo general, más sutil que en décadas pasadas. Algunas manifestaciones contemporáneas comunes incluyen el número desproporcionadamente pequeño de nominaciones a premios y victorias de mujeres científicas, citas de estudios de mujeres científicas, oportunidades de colaboración, especialmente en algunos campos más asociados con hombres.
Se debe trabajar más duro para normalizar el concepto de mujeres científicas, incluidos los esfuerzos para aumentar la representación de las mujeres en el campo de la ciencia, entre muchos otros esfuerzos.