«Al justificar a los femicidas, enviamos un mensaje a otros agresores: ‘Ustedes tampoco son culpables'»

Autora: Tammy Mendoza

Blanca y Lilian vivían en Lisawe, Mulukukú, Costa Caribe Norte de Nicaragua. Eran hermanas y habitaban en un ranchito de tablas con techo de palma junto a su madre Carmen Rodríguez Dávila, con quien también iban al río.

En el río lavaban, en el río se bañaban, en el río jugaban, en el río recogían chacalines y cangrejos para comer. Fue en las riberas de ese río que Rosario Soza Centeno, de 33 años, las golpeó, violó a una de ellas y asesinó a las dos.

Tras la denuncia pública de los femicidios de Liliam y Carmen —de 10 y 12 años— una parte de la opinión pública en redes sociales cuestionó o señaló a las víctimas y a su madre. De su padre no se habló, tampoco se sabe mucho, hace años que no asumía su paternidad.

Nancy Mora, defensora de la Red de Mujeres del Norte Ana Lucila y quien trabaja con mujeres de los departamentos de Matagalpa, Jinotega, Estelí y Madriz, conoce de cerca las realidades de las mujeres rurales y en condiciones de pobreza, y les ha acompañado en procesos para que demanden sus derechos.

Desde la Red también las asisten y apoyan en procesos de denuncia y protección ante la violencia machista.

Desde su experiencia Nancy Mora analiza y explica lo que hay detrás de las frases que cuestionan y señalan a las víctimas y a sus madres. A continuación sus planteamientos.

Frase 1: «¿Qué hacían las niñas solas? ¿Cómo van a dejar a las niñas solas?«

Nancy Mora: En un país como Nicaragua, la mayoría de las familias están compuestas por madres solteras y sus hijas e hijos. Las niñas se quedan en las casas, muchas veces al cuidado de los familiares que pueden apoyar en el cuidado, pero en otros casos quedan solas porque las madres deben ir a trabajar.

En este caso de Mulukukú, la madre dijo que ya habían vivido una situación anterior de abuso sexual por parte de un familiar, razón por la cual ellas se tuvieron que ir de su núcleo familiar y encontró después el apoyo de una organización local, se les dio albergue y luego en una finca les concedieron un espacio para habitar en una casa con unas condiciones que ni siquiera podemos llamar básicas sino mínimas.

A ella le correspondía cuidarlas, atenderlas, mantenerlas, razón por la cual muchas veces permanecían en casa solas mientras ella trabajaba.

Las niñas estaban en el río. La realidad comunitaria es que las niñas van a los ríos, ahí lavan su ropa, recogen el agua, en este caso las niñas estaban recogiendo cangrejos para la comida como hacen cientos de niños y niñas en las comunidades rurales.

Por su conformación geográfica, en las comunidades muchas casas están distantes pero la gente va y viene a los ríos con toda la confianza y con toda la tranquilidad, por lo que aún significa habitar en sus territorios.

En las realidades comunitarias la gente va por los caminos de forma libre y tranquila, aunque desde hace algún tiempo esa tranquilidad se va perdiendo. Esos espacios que se consideraban seguros se están volviendo más vulnerables lamentablemente.

Frase 2: «¿Cómo se le ocurrió? ¿Por qué la madre las dejó solas?»

Nancy Mora: Es un juicio moralista y misógino esto de plantear por qué las dejó solas si sabemos que cientos de nosotras hemos sido educadas desde ese lugar en el que las madres están yendo a trabajar y los niños y las niñas se han tenido que cuidar y acompañar entre ellos y ellas.

Señalar esta forma de crianza es una trampa, una forma de justificar a los agresores cuando se habla desde ese lugar de ¿dónde estaba la mamá? No se preguntan dónde estaba el papá, un papá al que ni siquiera le han podido comunicar que las niñas han muerto, primero por la comunicación y segundo porque es una relación ausente, no están ahí, no son cercanos. No había comunicación con las niñas.

Nancy Mora, integrante de la Red de Mujeres del Norte y del Grupo Venancia.

Frase 3: «¿Por qué unas niñas iban al río? ¿Por qué no las dejó en la casa?»

Nancy Mora: Decir que las niñas siempre tienen que estar al cuidado y encerradas es súper peligroso porque sabemos que muchas de las historias de abusos y violaciones vienen de personas cercanas a la familia.

En este caso la primera historia de abuso fue de un sobrino de la señora, luego de un padrastro, gente que vivía en la casa, y esta tercera situación más compleja y dura fue de un hombre que llegaba a la casa, una persona de la comunidad que se acercaba como conocido, gente de confianza.

El planteamiento de que hay quedarse en la casa es súper tramposo y doble moral porque sabemos que las casas no son el lugar más seguro para las mujeres.

Nosotras en el análisis que hemos hecho con mujeres en las comunidades se mencionan los lugares inseguros y se habla hacia fuera, pero cuando vemos las estadísticas y los datos luego de preguntarles a ellas ¿Dónde nos agreden? ¿Dónde nos lastiman? ¿Dónde nos hacen mayor daño? Es en la casa, son los compañeros de vida, son los hijos, son otros hombres de la familia que agreden y lastiman los cuerpos y las vidas de las mujeres y las niñas.

El foco para nosotras está claro: la sanción debe ser al agresor. Tiene que haber transformación en las relaciones comunitarias, los espacios comunitarios para que sean de seguridad y protección para las mujeres, para las niñas y niños.

Encerrándonos o encerrando a las niñas no vamos a ganar nada sino más bien limitar nuestra propia realidad, sus propias libertades, su autoestima, porque el encierro te va a dar mayor inseguridad, mayor miedo y vas a estar más expuesta a situaciones de agresiones y violencia.

Frase 4: «La madre lo conocía”. “Ella lo dejaba llegar a la casa»

Nancy Mora: Siempre se intenta vincular al agresor, violador y femicida con las víctimas y sus madres, pero es  que la mayoría de veces son personas de confianza, cercanas, y eso no hace responsable a la madre.

No somos islas, no vamos a tener a nuestras niñas aisladas, somos personas que nos relacionamos en una comunidad, en sociedad.

Tampoco las mujeres pueden ir por la vida con el ‘sospechómetro’ activo y no dejar que sus niñas se relacionen con nadie, eso es imposible, además son afirmaciones que nadie las puede aplicar en la realidad.

Las madres educan para que estemos listas para enfrentarnos y relacionarnos en esa sociedad y en esa sociedad están estos hombres, los agresores que pueden ser parte de la familia, vecinos, gente con la que han tenido algún vínculo y esto nunca debe hacerlas responsables.

¿Qué mensajes envían las justificaciones al agresor?

Nancy Mora: Todo lo que quite el foco al responsable principal es justificación a la agresión. Desde la Red de Mujeres del Norte identificamos esa falta de reconocimiento, de nombrar la responsabilidad en quién la tiene: El agresor.

Es súper fuerte encontrarnos con familias de agresores y ver cómo los respaldan, cómo acompañan, cómo justifican a los agresores, y además culpan a las mujeres, se les quita totalmente la responsabilidad a los hombres de la violencia machista.

Nosotras insistimos en nuestros procesos que cuando justificamos a los agresores, también estamos mandando un mensaje a los otros hombres: Ustedes no son culpables, a ustedes se les cree, les podemos apoyar a ustedes, se les entiende lo que hacen, son las mujeres las que buscan, las que provocan. Es súper peligroso. 

Al culpabilizar o responsabilizar a las mujeres se crea mayor desconfianza y las víctimas prefieren callar, guardar el secreto para no ser señaladas de nada. Esto hace mucho daño.

¿Qué impacto tiene la sanción social?

Nancy Mora: Nosotras hacemos énfasis en nuestras campañas y talleres que es fundamental la sanción social y comunitaria hacia los agresores, sabiendo que tenemos un sistema de justicia que no funciona. Es clave que la gente asuma que desde donde nos posicionamos también se puede aplicar sanción.

Si las comunidades dejan de justificar y dar argumentos que apoyan a los agresores, podemos cambiar. Si las comunidades se comprometen con las mujeres, apoyan a las mujeres, apoyan a las víctimas, las cosas pueden cambiar.

Hicimos una campaña que se llamaba “Sanción social para los agresores, violadores y asesinos de mujeres y niñas”, porque nosotras sentimos que las comunidades y las familias tienen una gran responsabilidad y son actores claves para acompañar y acuerpar a las víctimas y sobre todo también transformar las realidades comunitarias.

Tenemos experiencias con víctimas cuyas familias las apoyan, hay una gran diferencia entre las familias que condenan a los agresores, que imponen silencios y no les incluyen en la vida comunitaria. Ahí la víctima se ubica en el lugar más importante.

Tuvimos un caso en el que una buena parte de la comunidad dejó de hablarle al agresor y eso fue un mensaje clave y fundamental para todos los agresores en las comunidades.

Pero también hay un mensaje clave y fundamental para todas las niñas, niños y las mujeres  víctimas: te creemos, te acompañamos y estamos con vos.

Así ellas y otras víctimas pueden y quieren hablar. La sanción social y el acuerpamiento comunitario dan un mensaje poderoso de cero tolerancia, no impunidad y castigo al agresor, por un lado, y de confianza, apertura y justicia para las víctimas.

Ilustración realizada por Colectiva

Fuente original: https://mediacuartilla.com/2020/09/17/al-justificar-a-los-femicidas-enviamos-un-mensaje-a-otros-agresores-ustedes-tampoco-son-culpables/?fbclid=IwAR11hyD4o_5hliuZLR2cnvwXUjRrTVeBlndx8D3lCnbNRQxzLNS5bRPP_20

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